I
Desde el 2013 el veinticinco de
cada mes en Valparaíso, el colectivo La
huacha Feminista en sintonía con la
Red Chilena contra la violencia hacia las mujeres, convoca a una Caminata del
Silencio contra el femicidio y la violencia hacia las mujeres. Durante una hora
una hilera de personas, mayoritariamente mujeres, caminan lentamente sosteniendo
una sencilla pero enérgica protesta. Las reacciones son diversas: hijas/os que
preguntan a sus madres los significados de las pancartas, aplausos, comentarios
como “yo debería estar ahí” o palabras de aliento se suman al andar. Cada
persona lleva en su pecho la silueta negra de una mujer que fue asesinada por
su conviviente, marido o pololo, detallando el nombre, la edad y su residencia
en conjunto con la forma en que fue asesinada. Esta pequeña acción podría
pensarse como el conjugar cuerpos y subjetividades que se asumen cruzadas por
el dolor, la rabia y la violencia sistemática (el machismo mata) pero también
en la fuerza de la empatía colectiva que, parafraseando al subcomandante
Marcos, posiciona al “todas/os somos...
Eliana, Sonia, Nadia, Ornella, Daniela, Susan…” en la marcha. La Caminata del
Silencio en su economía de medios despliega un posicionamiento político y
afectivo y abre un espacio de reflexión
del sistema sexo/género. Un posicionamiento afectivo porque estar ahí nos hace
implicarnos en una situación que bien podríamos vivir o mejor dicho que vivimos
cotidianamente, a través de la violencia de los mensajes naturalizados de las
instituciones[1], los
medios de comunicación, de los productos y mercancías que cimentan una
determinada visión de las mujeres y los hombres. Todas/os somos … y por eso marchamos. Ni una mujer menos, ni una muerta más,
es el grito que finaliza la caminata por la concurrida calle Condell. Debemos decir que es ésta la misma violencia que se expresa en los ya cada vez más comunes ataques homofóbicos.
II
Año 2002, la artista Claudia del Fierro instala una gigantografía con distintas imágenes de su rostro en el frontis del Museo de Arte Contemporáneo de Santiago. Dicha situación coincidió con la publicidad de una conocida marca de productos de belleza ubicada fuera del Museo Nacional de Bellas Artes. En la obra, en la que la artista imitaba las típicas poses de las modelos, se podía leer “tu cuerpo ya tiene su instituto” y luego “arte es belleza”. Esta última corresponde al nombre de la obra y además fue tomada literalmente de la publicidad. Fruto de lo anterior, cada cara del edificio contaba con su versión de la belleza como antesala al respectivo museo. Sin embargo, la imagen que presentó del Fierro no se ajustó completamente a la convencional de la belleza, sino que en su lugar emergió otra cara, la de la violencia, en un rostro magullado[2] e irónicamente sonriente. La idea de que tanto el arte como los productos de belleza han orquestado y promovido imágenes estereotipadas de las mujeres (sexistas, racistas y clasistas) en la que la pura banalidad pareciera engullir cualquier intento de subjetividad propia, no es nueva, pero sí nos puede dar pistas de cómo opera la dominación cotidianamente y de cómo las instituciones la reproducen. Por ello, es pertinente plantear esta obra como una forma de aproximación para “liberar al cuerpo de los discursos mediales que lo espectralizan; mostrarlo en toda su contundencia e importancia” (Valencia, 2010). Puede que al haber traspasado ambos recintos la o el espectador se halla topado con múltiples guiños a la imagen sostenida en el MNBA, imágenes que ya sea en pinturas del siglo XVII o del XX sustentan discursos que constriñen los cuerpos y subjetividades de las mujeres. Por cierto, de lo que no estamos seguras es de encontrarnos con imágenes como la que desarrollo del Fierro en el MAC, ya que su trabajo puso en nuestra opinión, en el mismo nivel de crítica categorías que se cruzan constantemente pero que no son advertidas en sus efectos tan duramente como quisiésemos pensar, a saber, mujeres, arte, violencia, belleza, publicidad.
Año 2002, la artista Claudia del Fierro instala una gigantografía con distintas imágenes de su rostro en el frontis del Museo de Arte Contemporáneo de Santiago. Dicha situación coincidió con la publicidad de una conocida marca de productos de belleza ubicada fuera del Museo Nacional de Bellas Artes. En la obra, en la que la artista imitaba las típicas poses de las modelos, se podía leer “tu cuerpo ya tiene su instituto” y luego “arte es belleza”. Esta última corresponde al nombre de la obra y además fue tomada literalmente de la publicidad. Fruto de lo anterior, cada cara del edificio contaba con su versión de la belleza como antesala al respectivo museo. Sin embargo, la imagen que presentó del Fierro no se ajustó completamente a la convencional de la belleza, sino que en su lugar emergió otra cara, la de la violencia, en un rostro magullado[2] e irónicamente sonriente. La idea de que tanto el arte como los productos de belleza han orquestado y promovido imágenes estereotipadas de las mujeres (sexistas, racistas y clasistas) en la que la pura banalidad pareciera engullir cualquier intento de subjetividad propia, no es nueva, pero sí nos puede dar pistas de cómo opera la dominación cotidianamente y de cómo las instituciones la reproducen. Por ello, es pertinente plantear esta obra como una forma de aproximación para “liberar al cuerpo de los discursos mediales que lo espectralizan; mostrarlo en toda su contundencia e importancia” (Valencia, 2010). Puede que al haber traspasado ambos recintos la o el espectador se halla topado con múltiples guiños a la imagen sostenida en el MNBA, imágenes que ya sea en pinturas del siglo XVII o del XX sustentan discursos que constriñen los cuerpos y subjetividades de las mujeres. Por cierto, de lo que no estamos seguras es de encontrarnos con imágenes como la que desarrollo del Fierro en el MAC, ya que su trabajo puso en nuestra opinión, en el mismo nivel de crítica categorías que se cruzan constantemente pero que no son advertidas en sus efectos tan duramente como quisiésemos pensar, a saber, mujeres, arte, violencia, belleza, publicidad.
Ambas imágenes produjeron un
impacto visual en el espacio público. La de cosméticos, al enseñar cómo una marca (L’oreal) se toma la
fachada del museo más importante del país y se vincula con él como un
producto más del mercado. Y la otra, al mostrar en un enorme tamaño los efectos físicos y estéticos de la violencia de género, en el rostro de una mujer “normal” que no responde a los
patrones de belleza hegemónicos y por añadidura en una obra de arte. Habitualmente los rostros y cuerpos
maltratados de las mujeres se pretenden ocultar o dejar en un plano más
discreto. La artista los amplifica en un
rotundo primer plano y para que mayor sea su alcance los exhibe en el linde
entre el espacio público y el museo.
III
Con luto y con rabia es el nombre de una acción callejera realizada
en 1977 en Los Ángeles por las artistas y activistas feministas Suzanne Lacy y
Leslei Labowitz. Diez mujeres vestidas completamente de negro, desde sus
cabezas tapadas con gruesas y opacas telas hasta sus pies, protestaron en contra de la desidia de los
medios de comunicación, que trataron de forma efectista una serie de asesinatos de mujeres, como
asimismo por el aumento de la violencia y de ataques sexuales en diversas
ciudades de EE.UU. (Chadwick, 1999). Con luto y con rabia se ha convertido en una frase paradigmática y
la podemos encontrar diseminada en diversas movilizaciones que denuncian la
violencia machista. Por ello esta primera
y simbólica acción, se comunica cada veinticinco de mes con la Caminata del
Silencio en Valparaíso, atravesando casi cuarenta años, miles de kilómetros y
muertes, con la porfía y la convicción del movimiento feminista de que es en el
espacio público donde se juegan los cambios sociales.
Referencias
Chadwick, Whitney. (1999) Mujer,
arte y sociedad. Ediciones Destino, España.
Valencia, Sayak. (2010)
Capitalismo Gore. Editorial Melusina, España.
[1] La
última campaña del SERNAM contra la violencia hacia las mujeres mostró a un
grupo de personajes conocidos/as de la televisión bajo el desafortunado eslogan
“me empelota la violencia contra la mujer”, mientras se exhiben desnudos en
poses que parecen no avenirse a la problemática a tratar. Este eslogan chabacano
con la pretensión de llegar a la gente, vulgariza una realidad dramática de
nuestro país que durante el 2013 cobró la vida de más de cuarenta mujeres. Si
bien entrega información adicional ésta se pierde por el tenor de las imágenes
y pensamos contribuye a la erotización de la violencia.
[2] Esta
obra además de ser concebida como una respuesta a la publicidad que se instaló
en el MNBA o un “espejo” como expone del Fierro en su página web ( www.claudiadelfierro.org) también
surgió de otra coyuntura. La artista sufrió un accidente en bicicleta. Cuenta
que al recibir asistencia médica, los profesionales la instaban a hacer una
denuncia por el maltrato, al considerar que su accidente, bien podría ser una
fachada de una situación de violencia intrafamiliar y que les costó creer que
no fuese y dejarla ir.